El terror bolivariano by Pablo Victoria

El terror bolivariano by Pablo Victoria

autor:Pablo Victoria [Victoria, Pablo]
La lengua: spa
Format: epub
editor: La Esfera de los Libros
publicado: 2019-10-01T22:00:00+00:00


La resistencia se extiende

Murat, quien previamente había sido designado por Carlos IV «lugarteniente general del reino», asumió la presidencia de la Junta de Gobierno ante la ausencia de su titular el infante don Antonio. Como consecuencia, Azanza, O’Farril, Gil y Lemus y el marqués de las Amarillas presentaron airada protesta y renuncia a sus cargos, que no fue aceptada por los restantes cinco miembros. Notificada la renuncia de Fernando VII, la Junta consideró que ahora debía colaboración a la nueva dinastía, cualquiera que fuese y a cualquiera que Napoleón pusiese. La guerra decretada por el Rey, y que debía arbitrarse por ella, era ahora agua de borrajas. Por su parte, el Consejo de Castilla, verdadero órgano administrativo del reino, que en nombre del Rey, ejercía el poder legislativo y promulgaba los reales decretos, las pragmáticas, las ordenanzas generales, convocaba las Cortes y hasta fungía de tribunal de justicia para los casos de alta traición y de lesa majestad, a partir de este momento se preocupó solo de mantener el orden público en todas las provincias españolas y sometió su voluntad a la de Murat. Poco después de tan tristes episodios el gran duque de Berg, Murat, forzaba a la descabezada Junta a ofrecer el trono a José Bonaparte, según órdenes de Napoleón, ante la negativa de sus otros dos hermanos, Luis y Jerónimo, de aceptarlo. El Consejo de Castilla, sumiso en el redil, hubo de felicitarlo y proclamarlo Rey. Acataría, por tanto, la Constitución de Bayona y rechazaría la Constitución Histórica española. Esto fue suficiente para que en todas las provincias se presentaran levantamientos y comenzara a organizarse una resistencia en forma. En la ciudad de Valencia el canónigo Calvo había atacado a los franceses, causándoles 338 bajas. Al saberlo, Napoleón exclamó encolerizado:

—¡Lo único que me faltaba eran los curas convirtiéndose en generales de España!

—Son los generales del levantamiento —le contestó Champagny quien, levantándose de la silla, agregó—: Os advertí que necesitaríais de otros ochenta mil hombres para someterla, a menos que pudierais fusilar a ochenta mil curas...

—¡Fusilaré a ochenta mil curas y al Santo Cristo de Limpias si es necesario para someter a España...! —respondió Napoleón señalando con su dedo índice a Champagny.

Los devotos del Cristo de Limpias afilaron sus puñales. Cádiz, Badajoz, Granada, Sevilla, Málaga, Zaragoza y Barcelona, se levantaron. Sus generales le comunicaron que el Papa había pedido a todos los obispos españoles desconocer a José como rey de España por ser «francmasón y hereje, al igual que Napoleón y todos los franceses». Entonces, enfurecido, gritó:

—¡Que me prueben que Jesús designó al Papa su representante y que el Papa puede proscribir monarcas…! —Por lo que Ney le contestó:

—Os dirán que la carga de la prueba contraria está en Vos, Sire. —Napoleón lo miró indignado sin decir más palabra.

La notoria ausencia del ejercicio de la soberanía tampoco ocasionó que las Audiencias provinciales, y en su nombre los capitanes generales que hacían de presidentes de estos tribunales de segunda instancia, secundaran los levantamientos que comenzaron a darse en toda España.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.